Mujeres y matemáticas II: Leblanc y la luz bajo las sábanas.

Hola mis amadas feministas, como siempre ha vuelto su macho opresor con esas recalcitrantes ganas de insultaras con la longitud de mi… De mis textos.

Como ya lo había mencionado en otra ocasión, yo soy un acérrimo fan de las matemáticas y de las mujeres. Al igual que la vez pasada, les voy a contar una historia llena de drama, desesperanza, perseverancia y muchas emociones. Una de esas historias que están llenas de muerte y de heroísmo, pero más que nada una historia basada en la vida de una mujer y el cómo perseverar dejó una huella en el difícil y pedregoso camino de trascender en la historia.

Una historia que merece ser contada en las escuelas y que por alguna extraña razón nunca nos es mencionada ni por migajas, hablamos de una mujer que no sólo vivió por las matemáticas, sino que su amor por ella salvó hasta la vida de una persona.

Sin más de momento dejo que las palabras se vayan hilando una a una, tal vez con poca gracia, pero sí con la suficiente para contar historias.

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«Una mirada hacia atrás vale más que una mirada hacia adelante».
─Arquímedes.

En la ciencia hay historias que pocas veces son contadas, mitos, realidades e incluso leyendas de proporciones tan épicas que dejarían a la Ilíada de Homero en un cuento para niños. Tal vez una de las más conocidas y de las que más leyendas y palabras giran en torno a ella, es la muerte de uno de los más grandes genios griegos, Arquímedes.

Cuenta la leyenda ─atribuida a varios autores─, que cuando el general romano Marco Claudio Marcelo asedió la ciudad de Siracusa, el buen matemático se encontraba haciendo unos círculos en la tierra y trabajando unas sensuales ecuaciones.

Marco Claudio estaba maravillado por todos los aportes que había hecho Arquímedes no sólo a las matemáticas, sino también a la infraestructura militar de aquellos años.

Como muestra de respeto y admiración, Marco ordenó a su ejército que bajo ninguna circunstancia se le pusiera la mano encima al genio.

Una vez empezado el asedio, uno de los soldados romanos se topó a un viejo dibujando y haciendo ecuaciones en la tierra, el soldado le dijo que lo acompañara al desalojo de la ciudad y el viejo protestó diciendo que necesitaba más tiempo para resolver sus ecuaciones, no quería ser molestado.

Ante ignominiosa muestra de rebeldía a la orden marcial, y más que nada, ante la ignorancia del soldado por no saber frente a que eminencia de genio se encontraba, la rabia pronto conquistó la mente, y cuando la rabia conquista la mente, también es fácil que conquiste la espada.

En segundos el soldado desenvainó su espada, y en pocos segundos más la vida de Arquímedes fue arrebatada de una estocada en el corazón. Pero, hombres tan grandes lejos están de ser arrebatados de las páginas de la historia, siempre y cuando sigamos mirando hacia atrás.

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(Arquímedes)

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Cuando yo de niño leí la historia de Arquímedes quedé impactado por la muerte de un hombre tan grande a manos de uno tan pequeño, y así como yo me sentí también deberías sentirte tú, pero, ¿cómo se sintió una pequeña niña francesa del siglo XVIII al leer esta historia bajo sus sábanas con la tenue y ya mortecina luz de una vela?

Toma tanto aire como puedas, enciende una vela y sumérgete en tus sábanas, nos vamos hasta el siglo XVIII y hasta la ciudad de París.

El primero de abril de 1776 nacía en el seno de una familia parisense la legendaria Marie Sophie Germain. Sophie Germain tuvo suerte, nació en pleno siglo de las luces, esto hizo que Sophie tuviera una fe en la ciencia y la razón, hizo de la ciencia su filosofía y modus vivendi.

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(Sophie Germain)

Pasaron los años de educación en casa, cuando Sophie tenía la edad de 13 años se refugió en la biblioteca de su padre, allí pasaba día tras día leyendo todo tipo de libros hasta el cansancio. Pero, un día descubrió algo que no había descubierto antes, un día en un libro se manifestó algo que tenía un fulgor más impetuoso que todas las luces juntas de ese siglo, una luz que solo se revela para las mentes diestras, una luz con una belleza que no cualquiera puede apreciar… La luz de las matemáticas resplandecía en el rostro de Sophie, y con tanto fulgor delante, dejaba a oscuras al resto del conocimiento humano.

Maravillada por las matemáticas y su historia, sobre todo la de Arquímedes, Sophie se volvió una obsesa de esa área del conocimiento humano, para algunas mentes siniestra, para otros la más grande belleza. Esta obsesión llego hasta el punto en cual Sophie dominó las matemáticas básicas y aprendió de manera autodidacta el poderoso y famoso cálculo diferencial, venga, que cuando a la mente la doma la avidez de conocimiento, ya no hay nada que la detenga hasta la muerte.

Toda bella historia de personas amando las matemáticas tiene que tener antagonistas, más triste es cuando dichos antagonistas corren por tu sangre. En aquél siglo el machismo era algo habitual. La familia de Sophie no se sentía cómoda con la vocación y devoción que tenía Sophie hacia las matemáticas, tanto así hasta el punto que le prohibieron la biblioteca y la alejaron lo más posible de una ciencia «exclusiva de hombres».

Mis amados lectores, este pensamiento no es mío, sino de la época, y por si fuera poco siempre fue recalcitrante en la mente de los hombres, incluso de los grandes pensadores. Sólo para que te des una idea:

Uno de los más grandes filósofos de aquellos años, Immanuel Kant, padre de grandes obras como «Crítica a la razón pura», decía que: «Se nos advierte que todo conocimiento abstracto, todo conocimiento árido, debe ser dejado a la mente laboriosa y sólida del hombre. Por ello es que las mujeres nunca aprenderán geometría».

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(Immanuel Kant)

Vaya ironía que el bello camino de las matemáticas para una mujer, en pleno siglo de las luces, siguiera estando encapotado por la oscuridad de la ignorancia. Esto es algo que Sophie entendió y tuvo que enfrentar sola. Mis amados lectores, no se desanimen, que no hay camino oscuro que la ciencia no pueda iluminar.

Ante el castigo de su padre, Sophie inició un contrabando de libros en su propia habitación, pero si tenaz es el hambre de conocimiento, reacia también es la ignorancia. Como medida «correctiva» durante las noches los padres de Sophie decidieron quitarle todo tipo de alumbrado, la dejaron desprovista de calefacción e incluso de ropa, todo con la finalidad de que dejara de estudiar matemáticas por las noches.

Sophie escondió una vela y durante las noches se escondía bajo sus sábanas para seguir estudiando los tratados matemáticos, ya no sólo de cálculo, sino obras escritas por Newton y Euler, cada vez más abstractos y oscuros los lugares donde se estaba metiendo Sophie.

Sophie sintió ira, sufrió tristeza e incluso frío, tanto así que una vez fue encontrada dormida en su escritorio con la tinta del plumero congelada y hojas llenas de cálculos.

El corazón de Sophie y su perseverancia eran grandes y, cuando nos vemos frente a personas tan grandes, más que arremeter contra ellas como pasó con Arquímedes, debemos ennoblecernos y aprender lo más posible de ellas. Así los corazones de los padres de Sophie fueron ennoblecidos por el hambre de Sophie de seguir aprendiendo matemáticas. Pidiendo perdón y dejando rienda suelta a que aprendiera lo que quisiera, feliz, Sophie siguió haciendo lo que mejor sabía, siguió en aquello para lo que había nacido.

Pasaron los años como tenían que pasar, entre los estragos de la revolución francesa en 1789, Francia se percató que había un déficit de ingenieros en las filas militares, esto hizo que se fundara la famosa École Polytechnique (Escuela politécnica) en 1795. Esto ocurrió exactamente cuándo Sophie cumplió los 18 años de edad.

Sophie emocionada intentó entrar en la escuela politécnica para formalizar sus estudios en matemáticas, ¿el problema?, sólo se aceptaban varones. No hay nada de qué preocuparse, esta mujer ya no necesitaba velas para iluminar libros, esta mujer ya era la llama de las matemáticas hecha persona.

Sophie se cortó el cabello y se visitó como hombre para ser aceptada en la escuela politécnica. Consiguió apuntes de química y las notas del curso de análisis matemático del famoso Lagrange ─que fungía como profesor en dicha escuela─.

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(Lagrange)

A Sophie no le presentó ningún problema el período selectivo, como tampoco le costó trabajo dominar todo el tratado de un genio como Lagrange. Tanto así que Sophie hizo sus propias correcciones y contribuciones al trabajo que había realizado Lagrange.

Sophie tenía que mandarle su trabajo a Lagrange, pero no podía descubrirse a sí misma firmando como Sophie Germain, por ende, optó por robar la identidad de uno de los alumnos de Lagrange, M. Leblanc.

Cuando Lagrange recibió y leyó el trabajo de M. Leblanc se sintió maravillado, nunca había visto a tan buen analista, citó a su alumno a la brevedad posible para conocerlo a fondo y poder felicitarlo en persona. Sophie no tuvo más opción que revelar su verdadera identidad.

Pero así como se ennoblecieron los corazones de los padres de Sophie, se ennobleció el corazón de Lagrange, haciéndolo un hombre aún más grande de lo que ya era. Lagrange superó el estúpido prejuicio de que una mujer no pudiese ser matemática, la felicitó, la animó a que siguiera con sus estudios en análisis matemático y de ese momento en adelante Lagrange se convirtió en su mentor.

Siguieron pasando los años y en 1801 en Alemania, Carl Friedrich Gauss ─conocido como el príncipe de las matemáticas─ publicaba un libro basado en la teoría de los números, algo así como una aritmética muy avanzada. No confundir con álgebra o con aritmética como tal, la teoría de los números trata problemas de este calibre:

«Dado un número natural n, demostrar que 14n + 11 nunca es un número primo».

Sophie se sintió maravillada por esta rama de las matemáticas y empezó a estudiarla de manera autodidacta, tanta fue su admiración por Gauss que empezó a escribirle docenas de cartas sobre su trabajo hasta lograr una gran amistad con el matemático, pero, para poder ser respetada y tomada en cuenta por su posición de mujer, lo hizo utilizando el seudónimo que en otrora había utilizado, llamándose ahora (ya pasados los años): Sr. Leblanc.

Como decía Arquímedes, «una mirada hacia atrás vale más que una mirada hacia adelante», y como humanos estamos condenados a cometer los mismos errores. Napoleón decidió conquistar la ciudad de Prusia donde vivía el príncipe de las matemáticas. Sophie, aterrorizada por la idea de que Gauss tuviera el mismo destino que Arquímedes, pidió ayuda a un jefe de artillería francesa para que protegiera la vida del genio de Gauss a toda costa.

Cuando llegan las tropas francesas a Prusia el capitán de artilleria busca a Gauss y lo pone a salvo, diciéndole que Sophie Germain estaba preocupada por su seguridad, y que, con su encargo es que Gauss es puesto fuera de la zona de peligro.

Gauss ante dicha revelación no tenía idea de lo que pasaba, ya que él mismo comentaba al jefe de artillería que él no conocía a ninguna dama llamada Sophie Germain.

Cuando Sophie recibe la noticia no le queda más que enviarle una carta a Gauss diciéndole que Sr. Leblanc es nada más y nada menos que Sophie Germain. Gauss, al igual que Lagrange, se ve maravillado por el genio de la mujer y agradecido por haber velado por su vida envía la siguiente carta plasmada con las más bellas palabras:

«[…]La afinidad por las ciencias abstractas en general y sobre todo por los misterios de los números es demasiado rara: lo que no me asombra ya que los encantos de esta ciencia sublime solo se revelan a aquellos que tienen el valor de profundizar en ella. Pero cuando una persona del sexo que, según nuestras costumbres y prejuicios, debe encontrar muchísimas más dificultades que los hombres para familiarizarse con estos espinosos estudios, y sin embargo tiene éxito al sortear los obstáculos y penetrar en las zonas más oscuras de ellos, entonces sin duda esa persona debe tener el valor más noble, el talento más extraordinario y un genio superior. De verdad que nada podría probarme de forma tan meridiana y tan poco equívoca que los atractivos de esta ciencia que ha enriquecido mi vida con tantas alegrías no son quimeras que las predilección con la que tú has hecho honor a ella.»

¡En toda tu cara Kant, por hablador!, no pudiste haber estado más equivocado si el príncipe de las matemáticas enaltece en los cielos el nombre de Sophie Germain.

Pasaron siete años y para 1808 en Francia se presentaba Ernst Chladni (padre de la acústica) con un problema muy interesante: En unas placas de metal ponía arena, luego pasaba el arco de un violín sobre las placas, en la arena se formaban figuras muy extrañas, ¡era la forma del sonido!, el problema, es que para hacer predicciones había que plasmar eso en el lenguaje con el que Dios escribió el universo, en matemáticas.

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(Figuras de Chladni y Chladni)

Napoleón también estaba maravillado por el experimento de Chladni (Napoleón también sabía muchas matemáticas, sobretodo de artillería), tanto así que dijo que se otorgaría un prix extraordinaire a quien pudiese conseguir las ecuaciones matemáticas que describían dicho fenómeno, este premio consistía en una medalla de oro de un kilogramo, ¡Mira nomás, cuánta generosidad!

Al año siguiente el concurso quedó organizado bajo las órdenes de Napoleón, entre el comité evaluador se puso a los mejores matemáticos: Laplace, Legendre y Poisson.

A Laplace le interesaba para aumentar la reputación de su alumno, Poisson. El problema de las figuras del sonido era tan difícil que no hubo participación por parte de los más letrados en matemáticas, pero sí por parte de nuestra Sophie Germain.

Presta atención a lo que pasó: Sophie presentó su primer trabajo sobre dicho fenómeno en 1811, el comité le respondió diciéndole que había errores en sus ecuaciones. Lagrange (su antiguo mentor) leyó el trabajo de Sophie y consiguió una ecuación correcta de la cual sólo pudo obtener un reconocimiento, ¿me sigues?, el propio mentor intentó ganar el premio con el trabajo de Sophie y unas pequeñas correcciones, pero Sophie no se desalentó, al contrario, se encendió en ella esa luz que la caracterizaba.

Sophie presenta su segundo intento unos años más tarde, ahora basándose en algunos estudios de Euler sobre cuerdas he intentado corregir y ampliando su propio trabajo, lo extiende hasta el punto en el que sus ecuaciones pudieron predecir lo que el experimento mostraba, pero, sus ecuaciones no estaban resueltas, además llegó a un sistema de ecuaciones diferenciales parciales de sexto orden que asustaban a cualquiera. Por su trabajó incompleto Sophie sólo recibió una mención honorífica.

Poisson renunció a su puesto en el comité evaluador y plagió el trabajo de Sophie Germain para presentarlo él mismo, sólo con algunas correcciones y sin terminarlo, Laplace decepcionado de su alumno protegido no tuvo otra opción que rechazarlo. Sophie ya había abandonado la idea, pero al ver que un matemático del calibre de Poisson llegó a las mismas ecuaciones se sintió motivada e intentó una tercera vez.

En 1815 Sophie presenta su tercer trabajo, pero no era cualquier trabajo, tenía todo terminado, había descrito ecuaciones que no solo describían el fenómeno y que defendían su hipótesis inicial, sino que también corregía a Poisson, atacaba la teoría molecular de Laplace ─en la que había trabajado años─ y hasta le tiraba tierra a trabajos de Legendre y Navier.

Sophie publicó el trabajo por su propia cuenta por el temor a que se lo volvieran a plagiar, es decir, no estuvo bajo la fama del colegio politécnico. Ese mismo año el comité no tuvo más remedio que tragarse su orgullo y aceptar que Sophie Germain les había ganado a todos, y por ende, otorgándole el prix extraordinaire.

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(La teoría de la elasticidad de Sophie Germain)

Sophie no se presentó a la entrega del premio, prefirió seguir sus estudios autodidactas e hizo amistad con Fourier volviéndola la primera mujer que podía asistir a conferencias de matemáticos sin tener la necesidad de ser esposa de alguno de ellos.

Siguió trabajando en teoría de números e intercambiando correspondencia con Gauss, tanto se metió al tema que fue la primera en restringir las posibles soluciones del teorema de Fermat, ¡un teorema que no sería demostrado hasta 1995 por Andrew Wiles!, tan importante es el último teorema de Fermat que cada vez que entrevistan a Andrew Wiles se rompe en llanto por la belleza e importancia que tuvo el mismo en su carrera.

Gauss por el increíble trabajo que había realizado Sophie propone otorgarle en 1830 el doctorado en honoris causa en la universidad alemana de Gotinga. Ya a estas alturas del relato creo que no vale la pena impresionarse cuando dicha propuesta fue rechazada debido a que Sophie Germain era mujer.

Pero bueno, sin desviarnos más, pasaron los años y aunque Sophie Germain no fue estocada por una espada romana en el pecho, vaya la ironía al sí ser estocada pero por el cáncer de mama en sus pechos.

El 27 de junio de 1831 la luz en Sophie Germain se apaga, pero dejó un legado que perdurará en la historia, por más prejuicios, oscuridad y adversidad que nuestra heroína haya tenido que vencer en vida.

Al año siguiente de la muerte de Sophie Germain la universidad de Gotinga se rectifica y le otorga el doctorado en honoris causa a la matemática más famosa de toda Europa. También actualmente la academia de ciencias de Francia otorga el premio Sophie Germain a los mejores trabajos en matemáticas.

Pasaron los años como tenían que pasar, y hoy pareciese que la noche de la ignorancia ha encapotado el nombre de Sophie Germain, pero no para los que conocemos su vida, su historia, su legado, no para aquellos que seguimos haciendo que valga la pena mirar atrás.

Si te sientes asfixiado y la mortecina y trémula luz de tu vela bajo las sábanas está llegando a su final, sólo recuerda a Sophie Germain y la luz de la ciencia, la luz de las matemáticas.

Porque cuando todas las luces mueran, solo la luz de la ciencia seguirá iluminando nuestros pedregosos caminos de ignorancia y prejuicios.

Fin.


Si te gustó comparte con tu abuela y todos tus amigos, nos vemos en la tercera entrega de esta serie de mujeres y matemáticas.