Salí con una chica muy guapa hace unos meses, ya llevábamos varias semanas spammeando nuestras publicaciones de facebook con reacciones de corazones ─esto es obvio el paso previo a quitarnos la ropa y lustrar nuestros cuerpos a través de nuestra saliva, es la nueva forma de ligue del siglo XXI─. Ella me invitó a uno de esos lugares donde venden comida «china-japonesa», lo menciono de esta manera porque por alguna extraña razón todos los chinos meten platillos de la gastronomía nipona en su cocina y viceversa.
Como sea, nuestro objetivo era ingerir unas deliciosas bolas de arroz, de las cuales soy fan, esto lo hizo porque ya sabía este detalle de mi increíble personalidad, era su forma manipuladora de obtener puntos a su favor y ganarse el premio mayor (yo), algo que me pareció tonto porque ella es de filosofía y letras (estudia el último semestre de letras españolas) y ya tenía las de ganar solo por eso, además ella decidió pagar las bolas de arroz, yo solo tenía que darle las otras bolas y pagar unas promociones de caguamas (cerveza) del OXXO para irnos a su casa y listo, coger como unos demonios para perpetuar la especie. Ahora que lo pienso ni las caguamas tenía que comprar, esto último era un pretexto mío para ponerme en estado de ebriedad. Parecía la cita perfecta, ¡pero no!, ¡todo se tenía que complicar!, lo que marchaba relativamente bien, comenzó a marchar relativamente mal…
Cuando estábamos en la mesa vi que bañó de forma excesiva su bola de arroz con salsa sriracha, en caso de que no la conozcas: es la salsa roja que tiene bote transparente, letras blancas en pinches mil idiomas, tapa verde y un gallo como logo.
Es precisamente este detalle lo que me hace escribir este artículo, primero que nada porque quiero que noten lo increíblemente malo que soy con las mujeres, y claro, lo increíblemente bueno que soy con los conocimientos de química aleatorios que nadie te pide a la hora de la comida:
─¡¿Estás loca?!, es un chingo de salsa, te vas a morir ─le dije.
─Pues a mí ni me pica ─me dijo.
─Bueno, de hecho esa casi no pica, es perfecta, pásame la botella, esta si la aguanto un poco más.
─¿Cuál aguantas?
─La que quieras, mija.
─Sí, bueno, la salsa está bien buena, ¡la amo!, no sé el porqué me gusta tanto, los japoneses tienen un gusto bien bueno para las salsas y los condimentos.
─Si lo dices por la sriracha, esa salsa no es japonesa.
─Sí es.
─No es, es de origen tailandés, pero se la ponen a prácticamente todo por la popularidad que ha agarrado.
─Está loco, es japonesa, además ni tú ni yo, aquí dice «MADE IN USA».
─¡¿Ni tú ni yo?!, pues mira…
(Necesito resaltar que soy una persona paciente y tolerante, pero mis ganas de coger no superan ni de cerca mis ganas de tener la razón, así que voy a resumir un poco del shitstorm que se le vino encima por creer que puede tener la razón sobre una eminencia de los datos nimios e innecesarios):
─La salsa sriracha es de origen tailandés, se llama así porque la receta viene de una señora de Tailandia en un lugar llamado «Si Racha» que de hecho es una playa turística muy famosa por aquellos rumbos. No es que yo sea un experto en Tailandia, pero soy hombre, lo cual es sinónimo de que cuando estoy aburrido veo porno y me jalo la verga, entre los múltiples vídeos del catálogo que me ofrece xvideos está la serie «Asian street meat», la cual siempre me ha llamado la atención que tenga tantos vídeos, ya que muchas de las chicas allí son menores de edad, esto porque en Tailandia la mayoría de edad para las relaciones sexuales es de 15 años. Parece dato trivial, pero fue suficiente para interesarme por la cultura e indagar mucho sobre este país, una cosa lleva a la otra, pero bueno, me estoy desviando…
─A pesar de que la sriracha es algo que ya lleva un chingo de años con nosotros, la que conocemos y la que consumimos en la mayor parte del mundo no es la receta original, es una salsa que se popularizó por un inmigrante tailandés llamado David Tran. Se puede diferenciar del resto de versiones de sriracha porque precisamente en la botella aparece un gallo, por eso los gringos la llaman «rooster sauce». El gallo de la salsa aparece porque el creador, nació en 1945, el año del gallo en el zodiaco chino. Saber que 1945 es el año del gallo no tiene truco, cualquier persona sabe que 1945 fue el año en que finalizó la segunda guerra mundial y el año en que el humano hizo gala de su inexistente inteligencia bombardeando Hiroshima y Nagasaki. Una bomba atómica puede generar los millones de Kelvins necesarios para iniciar la fusión nuclear (para crear una bomba de hidrógeno requieres una bomba atómica), y bueno, eso es sinónimo de que los humanos han logrado crear sus propias estrellas en la tierra, ¿no es fascinante el poder de la inteligencia humana?, saber que algún punto de la tierra ha estado a la misma temperatura que el sol es algo que todavía me maravilla cuando lo escucho. Además, si quieres memorizar este dato, sabrás que en mi blog tengo una fijación por toda la filosofía taoísta, en el taoísmo el gallo representa el sol, ¿ves qué fácil recordar todo con las relaciones adecuadas?
─Como sea, la salsa sriracha fue comercializada en estados unidos por una empresa llamada «Huy Fong Foods», si tienes una botella con el logo del gallo sí o sí vas a encontrar esta etiqueta. Eso es lo que pasa cuando eres niño y no tienes libros, te aprendes de memoria la información nutrimental de cualquier cosa, desde las salsas hasta el cereal.
─Eso de «no sé el porqué me gusta tanto» es algo que la química también ha estudiado, y de hecho lo ha estudiado específicamente con la salsa sriracha. Para la química no es normal que una salsa haya tenido el apogeo que tuvo la salsa sriracha, algo tiene qué tener, ergo, alguien tuvo que estudiarla en sus tiempos libres:
─En el 2014 la American Chemistry Society publicó algunos artículos y material audiovisual de los estudios y datos científicos detrás de esta salsa. Resulta que a diferencia de muchas salsas la escala Scoville en la que se encuentra la salsa sriracha es prácticamente perfecta, me explico:
─La escala Scoville es lo que se usa para medir la pungencia (qué tan enchilado estás) en función de estudios de análisis sensorial (examen organoléptico Scoville), dicho en cristiano: le das de comer chile a las personas disuelto en agua con azúcar y haces medidas de qué tanta agua necesitas y qué tanto chile logran identificar tus catadores, dependiendo de estos resultados creas categorías de qué tan picoso es algo, tan sencillo como eso.
─Obviamente esta forma es algo arcaica, en la actualidad sabemos qué compuesto es el encargado de causar picor y sería mucho más fácil hacer un estudio de High-Performance Liquid Chromatography (HPLC) y verificar las partes por millón de dicho compuesto en un determinado alimento que nos cause esta sensación, de hecho, así es como se hace en la actualidad, a dicha escala la llamamos «pugency units» (aunque las siglas siguen siendo las mismas que en la escala Scoville [SHU]), que como ya mencioné, es sinónimo de tener una parte del compuesto que causa el picor por cada millón de partes.
─Pero bueno, ¿cuál o cuáles son los compuestos de los que estoy hablando?, pues los favoritos de todos los químicos caseros en nuestra formación hacia la gloriosa síntesis del gas pimienta, los capsaicinoides, específicamente: la capsaicina (la cual hace que el gas pimienta haga lo que se supone que hace).
─La capsaicina es lo que genera picor, tan sencillo como eso. Proviene de los chiles y de otras plantas y es un mecanismo de defensa contra los mamíferos, ¡y esto es impresionante!, quiero que te fijes en qué tan guapa es la naturaleza: En algún momento de la evolución una planta tuvo que tener una mutación para empezar a generar capsaicina, las plantas «normales» eran devoradas a diestra y siniestra, pero la planta fenómeno (la rarita de la clase) que había tenido esta mutación sobrevivió porque el mamífero que la intentó comer se percató de la jodida sensación que tenía en la boca (a diferencia de los humanos los otros mamíferos son un tanto más inteligentes y saben entender las señales que manda la naturaleza).
─Esta planta sobrevivió y sus hijos siguieron generando más y más capsaicina, al no poder ser devorados los frutos (los chiles) las semillas de estos no se veían expuestas a ser trituradas por los dientes que caracterizan a los mamíferos, y no solo eso, ¿sabes qué animales no tienen dientes y comen chile a lo pendejo?, los pájaros, mi abuela siempre salía con la escoba a espantarlos porque se comían los chiles que tenemos sembrados en la casa. Esto es maravilloso, los pájaros son inmunes a la capsaicina, lo que hace que dichos animales puedan comer chile como si nada estuviera pasando, al no tener dientes, las semillas pasan intactas por el tracto digestivo hasta ser cagadas en algún lugar donde seguro tarde o temprano terminarán germinando en otra alegre plantita de chile, no sé tú, pero para mí esto suena tan maravilloso, me emociona, es la forma en la cual la naturaleza busca sus caminos para seguir proliferando.
─La parte clave de todo esto, es eso de que los pájaros no sean perceptibles a la capsaicina y otros mamíferos sí (como nosotros). Cuando ingerimos este compuesto, el mismo se une al receptor de una proteína llamada TRPV1, esto genera una señal eléctrica para avisar al cerebro que estamos en aprietos, dándonos la sensación de que nos estamos quemando a través del mecanismo de nocicepción.
(Paréntesis: de la nocicepción ya hablé hace dos entradas en este blog cuando puse sobre la mesa el tema del porqué nos duele tanto la cruda, por favor leer ese artículo para saber más, continúo…)
─Es interesante mencionar esto, aunque sentimos que nos estamos quemando no pasa nada, no hay quemaduras químicas y no estamos recibiendo un daño como tal, es solo la puta capsaicina que está engañando a nuestro cerebro pues el receptor TRPV1 comúnmente es estimulado a través del incremento de temperatura, es nuestro mecanismo de defensa para quitar la mano de la estufa.
─Como sea, qué tanto estimulo recibimos está en función de la cantidad de capsaicina que estamos introduciendo a nuestro hocico, aquí es donde la salsa sriracha entra en juego, tiene una cantidad perfecta de 1000 a 2500 SHU (unidades Scoville), lo cual es suficiente para causar un picor (mandar una señal al cerebro), pero no tan excesiva como para jodernos y hacernos pasar un mal rato, el simple hecho que mande una señal al cerebro es la parte mágica, porque cuando se activa este mecanismo el cerebro responde liberando «pain killers», dicho de otro modo: liberando endorfinas, y dado que sabemos bien que el humano es adicto a estas sustancias, ya sabrás que el arraigo a esta salsa es algo meramente bioquímico. Pero no solo a esta salsa, la gente que come concentraciones mayores de capsaicina realmente lo hace porque sin darse cuenta su cerebro está drogándose no con dicha sustancia, sino con la euforia que hay a nivel cerebral por la liberación de endorfinas. De hecho de aquí mismo se deriva que haya tanta pinche pomada para tratar el dolor, lo que se hace es poner un poco de capsaicina en dichos ungüentos y que sea esta última la encargada de librera endorfinas para tratar un poco el dolor muscular o incluso algún tipo de urticaria.
─Yo sé que ya te desesperé y quieres seguir comiendo tu bola de arroz, no te voy a detener, pero si piensas que el fascinante mundo de la capsaicina termina allí, estás muy equivocada. La capsaicina es uno de los pesticidas más hermosos que ha creado la naturaleza y que el hombre ha utilizado para espantar a ciertos animales de una forma civilizada. Un ejemplo clásico es en África, bien sabes que en ese lugar se están muriendo de hambre, uno de los mayores problemas es que los elefantes se tragan todo lo que algunos pobladores siembran, ¿cómo crees que los espantan?, pues con capsaicina, es una forma inteligente de alejar a estos vegetarianos empedernidos sin tener que asesinarlos (que conociendo al ser humano sería la primera alternativa).
─Bueno, ya vi que te estoy aburriendo, pero pues fue tu decisión salir conmigo, espero y haya sido un poco instructivo este comentario de la salsa, obvio ya sabía que tenía la razón y tenía que buscar la forma de reafirmarlo, no me gusta que las personas vayan por allí diciendo que están en lo correcto cuando no es así…
Apenas terminé mi argumento pude notar en su cara lo mucho que se le habían quitado las ganas de coger conmigo, pero lo que más me impresionó fue su respuesta:
─¿Me estás diciendo que ves pornografía infantil tailandesa?
─No, no, no, te estoy diciendo que me percaté que en los vídeos de esa productora las chicas son menores de edad y que eso me motivó a indagar sobre dicho país y su legislación, además, ¿por qué vergas te fijas en eso?, hahaha, te he contado todo un monumento increíble sobre una de las moléculas más cotidianas. ¿Sabías que también se utiliza para inducir la apoptosis celular in vitro?, o sea, prácticamente en un laboratorio sirve para combatir el cáncer.
─Que asco que veas esas cosas ─dijo, con un tono de chica decepcionada.
Y bueno, se clavó en la idea de que veía pornografía infantil (cosa que no hago), pero así como una chica de filosofía y letras puede ser una de las cosas más maravillosas para «hacer el amors», también es cierto que son obstinadas y de mentes muy cerradas (no todas), digo, si tuvieran habilidad lógica en primer lugar no estarían en dicha facultad, pero total, no es mi objetivo discriminar el hecho de que el Dios en el que no creo no le haya dado a otras personas las gracias que me otorgó a mí.
Creo que es pertinente resaltar que no cogimos ese día y que el resto de la cita fue incómoda porque era obvio que ella ya se quería ir pero estaba buscando razones para que yo la detuviera, algo que no hice (obviamente).
La raza humana me causa mucha risa, no la entiendo del todo y tampoco entiendo el porqué no les interesa la maravilla científica que hay detrás de cada cosa, ese día fue la salsa, pero de esa forma puedo hablar de la cátsup, mostaza o contar los átomos de sodio en un salero, ¿por qué?, pues porque puedo, tan sencillo como eso.
Quiéreme de esta forma o sencillamente chinga tu madre, porque como dije: Mis ganas de tener la razón sobrepasan mis ganas de coger, si una mujer me manda a la verga porque me gusta más la ciencia que la panocha, pues con toda la pena del mundo, pero conozco formas más ingeniosas de alterar la bioquímica de mi cerebro que vayan más allá de andar metiendo mi pene en las piernas del alguna mujer que no me merece.
En fin, suficiente divulgación por hoy.
P.S.
Sé que tengo pendiente el segundo capítulo de «La Teoría del Todo», dadme paciencia, apenas inicien las vacaciones del coronavirus me pongo a terminarlo.
Por cierto amiga, si estás leyendo esto y piensas que todavía te traigo ganas, pues sí, porque soy débil y la carne me llama, pero hago público nuestro desamor para que te ofendas y así consideres nunca volver a darme otra oportunidad, es mi forma de usarte para a través de ti no caer en mis propios vicios o faltar a mi palabra.
¿Te fijas le ingenio detrás de esta jugada?, soy el mejor.