Hola mi estimado lector. Soy yo de nuevo, tu divulgador de la ciencia con textos ofensivamente largos. Hoy vengo para contarte una de esas cosas que aprendí hace años por andar viendo películas, como bien sabes, aquí en #CienciaVulgar nos gusta mucho ver películas, fácil hemos visto más de 1000 ─bajita la mano─. Tal vez para ti sean muchas, porque tú tienes vida, yo no tengo un carajo, y si no fuera por las películas ya me habría suicidado hace tiempo.
Pero bueno, eso es otro tema. Tomemos unos antidepresivos y empecemos a escribir cosas que tengan que ver con ciencia, que al fin de cuentas para eso estamos aquí.
Listo o no, ¡Aquí vamos!
. . .
Esta historia empieza allá por el 1745 en las frías tierras de Siberia, si no sabes dónde queda Siberia, no importa, para eso estoy yo: Siberia queda en Rusia, es fría y por lo general está llena de nieve. Es uno de esos lugares donde al presidente Putin le gusta montar osos y espiar al gobierno de los Estados Unidos.
Pero bueno, volvamos a 1745. En Siberia unos exploradores encontraron una mina en la cual había mucho oro y otros minerales increíblemente extraños de color rojo.
Pasaron muchos años y los mineros siguieron sacando materia prima porque eso es para lo que les pagan, no para cuestionar la naturaleza. Curiosamente unos 20 años después, un famoso geólogo alemán llamado Johann Gottlieb Lehman fue invitado para que estudiara dichos minerales y diera sus conclusiones.
Cuando Johann llegó a la tierra de Siberia y estudió las rocas se dio cuenta que no tenía una maldita idea de lo que eran, claro, estaba cautivado por el increíble color rojo, pero no sabía qué carajos era.
Tras unos estudios determinó que dicho mineral tenía mucho pero mucho plomo, demasiado plomo, por ende, bautizó al nuevo mineral como «plomo rojo», y vale, así quedó.
(Pedazo de crocoita, también conocida como «plomo rojo»).
De hecho, es raro, porque el plomo no es rojo, el plomo es un metal y tiene el mismo color que la mayoría de los metales, pero bueno, es lo más que logró el pobre de Johann, al fin de cuentas él era geólogo, no químico, y bueno, para eso están las prodigiosas, sensuales y bien entrenadas manos de los químicos.
Y vale, eso es lo que necesitamos, un químico. Así que ya puedes olvidar a Johann (que igual su nombre era muy difícil de pronunciar) y empezar a amar a un químico de verdad (con un nombre todavía más difícil):
En Normandía (Francia) nació uno de esos químicos que le sabían a todo, Louis Nicolas Vauquelin, nuestro héroe.
Vauquelin no era cualquier químico, también era farmacéutico, naturalista, botánico, era la chucha cuerera de la química de Francia en aquél entonces.
Vauquelin tuvo mucha suerte, cuando era estudiante conoció al mismísimo Antoine François Fourcroy, el más famoso y respetado de todos los discípulos del padre de la química: Lavoisier. Oye, así que digas «el mejor discípulo», pues no, porque fue uno de los encargados de que decapitaran a Lavoisier, pero esa es harina de otro costal que luego te contaré.
Vauquelin publicó muchos artículos de medicina, farmacéutica y química. Por sus increíbles aportes estuvo a cargo de varias instituciones, sociedades y fue una especie de diputado. No le duró mucho el gusto porque tuvo que abandonar la ciudad de París cuando estalló la revolución francesa, como sea, terminó volviendo a París después de cumplir con su nación, todo un héroe.
(Louis Nicolas Vauquelin)
Pero bueno, dejemos de lustrar los zapatos de Vauquelin (por ahora) para poder seguir lustrando más los zapatos de Vauquelin, pero ahora por lo que a su aporte químico refiere:
Para eso de 1797 Johann ya se había roto la cabeza de todas las formas posibles y no había conseguido dar con la naturaleza extraña del plomo rojo, por ende, le mandó una muestra al buen Vauquelin para que hiciera gala de sus sensuales y prodigiosas habilidades químicas ─ porque nada debe estar haciendo un geólogo en tan austeros y escabrosos caminos─.
El razonamiento de Vauquelin fue muy sencillo: «Se supone que éste mineral tiene mucho plomo, lo primero que debo hacer es eliminar todo el plomo, ¿cómo precipito el plomo?».
Pues muy sencillo mi estimado lector, Vauquelin era químico, él sabía bien que el plomo cuando reacciona con ácido clorhídrico forma algo llamado «cloruro de plomo (II)». Sólo era cuestión de moler dicho mineral y ponerlo a reaccionar con ácido.
Una vez que Vauquelin lo hizo, le quedó otro polvo de color rojo, no sabía qué era, pero al menos ya había eliminado por completo el plomo.
Pero bueno, Vauquelin era químico, él sabía bien con lo que trataba: Un óxido. Por lo general el oxígeno suele reaccionar con dos tipos de elementos, con un elemento metálico o uno no metálico.
Cuando lo hace con elementos no metálicos suele formar gases, porque los mismos son muy ligeros, pero, cuando reacciona con elementos metálicos suele formar óxidos sólidos, muy parecidos a una especie de sal, a éstos los llamamos «óxidos básicos».
Para Vauquelin eso era más que claro, ya te podrías imaginar que en su cabeza tenía la siguiente ecuación (no balanceada, sólo ilustrativa):
PbXO + HCl → PbCl2 + XO
Las preguntas eran: ¿Qué es X?, y, ¿Cómo separo el oxígeno del elemento ignoto?
Fácil, calentándolo, o como nos gusta decir en la química: Calcinándolo.
Lo que hizo Vauquelin fue meter su polvo rojo a un horno y exponerlo a unas temperaturas muy altas, ¡vualá!, lo que obtuvo fue un metal de una belleza increíble. Damas y caballeros, les presento al cromo:
Lo que hizo Vauquelin fue toda una obra de ingenio y todo un hito en la historia de la química. Los químicos ya eran peligrosos, ahora imagina lo que serían con su nuevo y atractivo juguete, un elemento más agregado a la tabla periódica.
Sólo por si te lo estás preguntando: Se llama cromo por la palabra griega «Chroma» que significa color, esto debido a que el cromo reacciona con muchos otros elementos, y dependiendo de con quién lo haga adquiere diferentes colores; rojo, azul, amarillo, naranja, etc. Es una de las propiedades bellas de los metales de transición.
Demos un repaso rápido a las propiedades del cromo:
El cromo tiene el número atómico 24, esto significa que en el núcleo tiene 24 protones, por lo general 24 neutrones y en teoría debería tener 24 electrones para que de esta forma sea neutro (como cuando está en forma de metal plateado).
El problema es que no siempre tiene los 24 electrones, a veces le falta uno electrón, dos, tres, cuatro, cinco, y en su estado más peligroso le pueden llegar a faltar hasta seis electrones.
Esto hace que el átomo de cromo sea algo «inestable» y esté buscando siempre la forma de reaccionar con lo primero que tenga a la mano. Por esa misma razón fue tan difícil descubrirlo, siempre está en óxidos, minerales, sales y otro tipo de sustancias. Muy raro es encontrarlo en su estado puro.
¿Y realmente es tan importante tanto alboroto por el cromo?, pues sí, el cromo es uno de esos elementos realmente importantes en la historia de la humanidad (como casi todos).
Para empezar lo tienes en el cuerpo, los bioquímicos no han llegado a estudios concluyentes sobre qué es lo que hace exactamente en el cuerpo, pero allí está, claro, sólo en un estado, es decir, cuando al cromo le faltan tres electrones (Cr+3).
Antes el acero no era inoxidable, sólo era acero común y corriente. Tras unos años del hallazgo, también se descubrió que si le ponías cromo al acero, ¡sorpresa!, se volvía acero inoxidable, de hecho fue toda un avance, ya que no sólo lo volvía inoxidable, también lo hacía brillar con una belleza increíble.
Todos los acabados en automóviles y otros artículos de lujo de base acero tienen que tener cromo sí o sí.
Claro, esto tardó muchos más años, ya que no se podía encontrar una forma de separar el cromo de carbono durante el proceso de calcinación, al menos no de una forma industrial.
Como dato curioso y morboso: Fue el químico Hans Goldschmidt quién descubrió la forma de hacerlo.
Todos los estudiantes de química hemos hecho vandalismo a través de 3 reacciones muy populares:
1.- Bombas de ácido clorhídrico y aluminio
2.- Bombas de humo (nitrato de potasio y azúcar).
3.- Termitas.
Las terminas también se conocen como «reacción de Goldschmidt», no es otra cosa que una mezcla de aluminio y el óxido de cualquier metal, normalmente se usa óxido de hierro, pero también se puede usar un óxido de cromo, y claro, separar el cromo «sin dejar rastros» del otro elemento que lo esté oxidando.
Dicha reacción es peligrosa si cae en manos equivocadas ─como las mías─, yo quemé una casa abandonada con esa reacción. Si te gustan las reacciones vistosas la termita es una de esas reacciones que no te debes perder, es increíblemente exotérmica (que desprende calor), sólo para que te des una idea, la termita puede alcanzar temperaturas de hasta más de 2500 grados Celsius, que se dice pronto, pero cuidado, es más de lo necesario para reducirte a cenizas.
De hecho la primera aplicación de la termita fue la de fundir las vías de los trenes (soldarlas) ya que la temperatura alcanzada es sorprendente.
Aquí tienes un vídeo divertido de la serie «The Big Bang Theory» donde no pueden quitar los birlos de una llanta para reemplazarla, uno de los personajes de la serie propone utilizar la termita para generar calor y derretir la tuerca, bueno, mejor observa por tu propia cuenta lo que sucede:
Pero bueno, ya nos desviamos mucho del tema, como siempre, ¿y todo esto cómo para qué?, realmente poder separar el cromo a un nivel industrial revolucionó toda la industria del acero.
Esto hizo avanzar la siderurgia de una forma increíble, tanto así que todos se morían de ganas por poner acero inoxidable en prácticamente todo. Esto hizo que dos grandes empresas utilizaran a sus arquitectos para jugar bromas al público.
En Londres el teatro Savoy y en Nueva York la corporación Chrysler tuvieron la idea de cubrir sus edificios con el nuevo metal, algo nunca antes visto hasta aquél entonces.
De hecho, la entrada del teatro Savoy aún mantiene la increíble placa del nuevo brillante metal.
Lamentablemente Vauquelin no vivió lo suficiente como para ver toda la revolución que su descubrimiento causaría, como casi siempre suele pasar con los grandes descubrimientos.
Vauquelin murió un día como hoy pero del año 1829, (14 de noviembre, fecha en la que se publica esta artículo), ¿y sabes?, tal vez fue bueno, porque los humanos somos raros y no todo lo que hacemos con los elementos es bonito y brillante.
¿Recuerdas que te conté que al cromo le pueden llegar a faltar hasta seis electrones?, bueno, esa es su presentación más peligrosa, a estos los llamamos «cromatos malos» y han sido usados a través de la historia en muchas aplicaciones, desde colorantes hasta recubrimientos, pero claro, antes no sabíamos la toxicidad que los mismos tenían.
¿Has visto los clásicos autobuses amarillos de USA?, el color amarillo se obtenía utilizando un compuesto derivado del cromo hexavalente, recuerda que en la entrada pasada dijimos que los colorantes siempre han tenido problemas para todo, he aquí uno de ellos.
La pintura del autobús se desgasta y nadie sabe dónde carajos queda, y claro, con ella todo el cromo hexavalente (Cr+6) queda más desaparecido que mis ganas de terminar la carrera. De hecho era tan característico y fascinante dicho color que así fue nombrado: «National School Bus Chrome».
¿Y hace tanto daño?, pues claro. Dado que tiene tantas ganas de reaccionar, lo suele hacer con los nucleótidos que forman tu ADN. El ADN como bien sabrás es el lenguaje de programación de tu célula, cuando lo jodes termina reproduciéndose de forma incorrecta, esto termina convirtiéndose en cáncer, y pues… Creo que ya sabes que el cáncer es malo, muy malo. Si no me crees intenta consumir un poco de cromo.
Nosotros no teníamos muy clara la idea de los riesgos cancerígenos del cromo, de hecho los descubrimos a las malas, checa lo que pasó:
En un despacho de abogados del sur de California trabajaba una bella asistente llamada Erin Brockovich, su trabajo simplemente era acomodar papeles. Mientras lo hacía se percató de un patrón, había cientos de papeles de indemnización relacionados a la salud de los habitantes de un pueblo llamado Hinkley. Se le hizo algo curioso y se puso a investigar, a lo que llegó fue a algo monstruoso.
Allí por el pueblo existía una torre de compresión de gas, tal vez esto te suene a chino, pero para eso estoy yo.
La compañía Pacific Gas and Electric Company (PG&E) se dedicaba a extraer gas y suplir a todo el oeste de California. Para hacer esto se suele comprimir el gas y luego es bombeado a través de miles de kilómetros de tuberías a una determinada presión y una determinada velocidad.
El problema es que no se hace sólo una vez, en mecánica de fluidos se aprende que esta presión y velocidad caen debido a factores de fricción, a las curvas que hay en las tuberías y otros factores.
En cada tramo de varios kilómetros se ponen estaciones de compresión, donde se vuelve a repetir la acción de comprimir y bombear el gas.
En las estaciones de compresión se utilizan unas torres de refrigeración que funcionan con agua, ¿el problema?, bueno, pues el agua y el aire con el tiempo las llenan de corrosión y eso es malo, es caro.
Los ingenieros a cargo ─que no son tan buenos como yo─, tuvieron la increíble idea de poner cromo hexavalente en el agua de las torres de refrigeración, así evitarían que hubiese corrosión. El agua después de ser utilizada era vertida en el suelo.
El problema es que dicha agua alcanzó los mantos acuíferos subterráneos, los cuales eran la principal fuente de agua potable del pueblo de Hinkley. Esto hizo que cientos y cientos de los habitantes se llenaran de fallos hepáticos (hígado), fallos renales y cáncer. Todo un festival de gente enferma.
Por eso Erin Brockovich es nuestra heroína, ella se percató de esto y no descansó hasta llevar a juicio a la empresa. La empresa perdió y tuvo que pagar cientos de millones, tanto a la ciudad como a cada habitante, también tuvo que pagar la remediación del suelo (que hasta la fecha sigue).
Lo único que han hecho por años es verter etanol (porque el etanol sirve para todo, nos hace felices y salva al mundo) en la tierra, de ésta forma se aseguraron que dicho alcohol oxidara de nuevo al cromo hexavalente y se mantuviera en un compuesto más estable.
¡Pero que jugada la de Erin Brockovich!, tan así de trascendentes fueron sus acciones que se hizo una película con su nombre: «Erin Brockovich», dirigida por Steven Soderbergh.
La película fue estrenada el año 2000, ¡y que peliculón!, tuvo cinco nominaciones: Mejor película, mejor director, mejor actriz, mejor guion original y mejor actor de reparto.
El papel de Erin Brockovich fue interpretado por la bella Julia Roberts, y bueno, ella fue la que se llevó el galardón de las cinco nominaciones.
¿Quién lo pensaría?, que curioso se relacionan las cosas, pareciese que todo está conectado, los exploradores que encontraron por primera vez el plomo rojo de la mina de Siberia jamás imaginarían que sería tan dañino y fascinante como para poner un premio Oscar en las manos de Julia Roberts.
Gracias por todo lo que hiciste Vauquelin, ¿qué mejor día para recordarte que el día que te cargó la chingada?, no te sientas mal en tu tumba si tus descubrimientos nos llenaron de cáncer, al fin de cuentas dijo el famoso escritor Stanislaw: «La ignorancia humana no permanece detrás de la ciencia, crece tan rápidamente como ésta».
En fin, suficiente drama por hoy, nos vemos en la siguiente entrega de #CienciaVulgar, ¿cuándo?, la siguiente semana ;). Si te gustó ya sabes qué hacer, comparte con tus amigos, hermanos, padres, mascotas, pero sobre todo con tu abuela, porque yo sé que a tu abuela le encantan estas historias que le hacen tener paranoia.
Eso ayuda a que el blog llegue a más gente y que las personas empiecen a cuidarse del cromo y de las corporaciones de gas.
#PeaceOut.
Bibliografía para gente morbosa.
Me recomendó una amiga que estaría bueno poner biblografía, lo cual no lo creo porque no sé qué tiene de interesante listar libros, pero bueno, aquí están algunos libros que les pueden servir para saber más del tema:
─ Simon, J. (2016). Chemistry, Pharmacy and Revolution in France, 1777-1809. New York, Routledge. (Primera edición, 2005, por Ashgate Publishing).
─ Kyle, R.A.; Shampo, M.A. (1989). Nicolas-Louis Vauquelin- discoverer of chromium. Mayo Clinic Proc, 64(6): 643.
─ «The ‘Erin Brockvich effect’: How media shapes toxics policy. Heath, David (3 June 2013)
─ The John Zink Hamworthy Combustion Handbook, Second Edition: Volume II.
─ La Wikipedia (en inglés por favor).
─ Mi prodigiosa mente.